sábado, 30 de enero de 2010

CANCIONES OLVIDADAS


En estos días que el fenómeno “Avatar” continúa reventando taquillas y acumulando multitud de premios, pasa desapercibida por las carteleras de medio mundo una película que se erige como un producto (también) para las grandes masas pero que se ve limitado por su propia concepción de género.

El musical, que antaño tantas alegrías dio a la industria hollywoodiense, hoy en día se nos presenta como una excepción, privilegio en contadas ocasiones, para el público y sobre todo para aquellos directores que ven en él una forma de narrar historias desde una perspectiva diferente a la habitual. Y es que actualmente la representación musicalizada está jugando en inferioridad de condiciones con respecto a los demás géneros, motivado obviamente por el papel que representan los tiempos, las modas y/o los intereses, pero que se enfrenta a un obstáculo de difícil solución, el que los espectadores hayan dejado de lado, cuando no menospreciado, la aceptación de que un personaje se ponga a cantar en mitad de la calle porque sí.

La comparación que hacía anteriormente con su coetánea Avatar manifiesta lo expresado anteriormente. La película de Cameron hace uso de todos los clichés y tópicos que el género ha dado para elaborar su guión, acompañándolo de una apabullante, más publicitaria que real, puesta escena que provoca una masiva afluencia en las salas. Hablamos de una fórmula que se repite y que el público acepta sin preguntarse si lo que ve le resulta familiar, (¿un remake de Pocahontas quizás?) y en el que hipotético caso de que lo piense recurrirá a la muletilla “pero las imágenes son increíbles”, aún viéndola en dos dimensiones. Con esto se demuestra no solo la falta de memoria para recordar películas que en los últimos años nos han regalado imágenes igualmente bellas en cuanto a espectacularidad y que el público ha ido a ver, “El señor de los anillos” por ejemplo, sino el poder de los medios de comunicación para hacérnoslo creer.

La adaptación de “Nine” para la gran pantalla, que proviene del musical homónimo que en los años ochenta crearían Arthur Kopit y Maury Yeston a su vez inspirado en la película “Ocho y Medio” de Federico Fellini va a utilizar elementos ya concebidos y conocidos, así que se juega en unas condiciones limitadas cuando el objetivo es sorprender, sobre todo a la crítica que tendrá en cuenta su valorado precedente. La maestría de la propuesta radica en saber confluir todo esto de manera que lo obtenido sea un producto que funciona por sí mismo, independiente de sus precursores, en la medida que puede serlo al estar basado en la vida de un director y sus películas, y que revitaliza el género al mezclar mecanismos de índole más convencional , el escenario como entorno del número musical al estilo “Cabaret”, con la realización moderna derivada del videoclip, plasmada en la canción “Cinema Italiano” interpretada por Kate Hudson.

Fellini en 1963 realizó la irrepetible “Ocho y medio”, marcando un antes y un después en la deconstrucción del guión y ofreciéndonos un agudo retrato de la crisis del cineasta. Posteriormente muchos directores quisieron emularlo, desde Woody Allen con “Recuerdos de una estrella” hasta las últimas “locuras” de Takeshi Kitano. “Nine” se encuentra entre estos experimentos, pero en esta ocasión se pretende ir un poco más allá. Es cierto que es imposible desvincularse de la figura del director italiano y que veremos reflejadas en todo momento situaciones que o bien filmó el cineasta para la gran pantalla o que experimentó en carne propia haciendo las delicias de cualquier aficionado al director de Rimini, pero lo admirable de la película es la más completa adecuación a la historia, por lo que Guido Contini podría ser cualquier persona que haya experimentado el duro proceso de crear una obra de arte.

“Nine” posee números visualmente portentosos como “Be italian”, que protagoniza la cantante Fergie, algunos desgarradores, como los interpretados por Marion Cotillard que hace de la mujer del cineasta y otros gratamente emotivos como los que abren y cierran la película. Todos ellos se integran en la trama sin perjudicar el ritmo de la película sacando a relucir las admirables aptitudes visuales de su director Rob Marshall, que ya demostró con la estupenda “Chicago”.

La película está plagada de estrellas internacionalmente conocidas con la idea de llegar al público, Penélope Cruz, Nicole Kidman, Marion Cotillard, etc. Recurrir a caras bonitas es algo habitual para vender un producto de este tipo, pero en esta ocasión todas consiguen superar las expectativas sin que se resienta la calidad general de los números musicales. Cabe destacar la interpretación de Daniel Day-Lewis, que vuelve a dar una lección al saber fundirse completamente con el personaje. Su elección no podía ser mejor, su forzado acento italiano, gestos y presencia nos recuerdan a una mezcla entre el propio Fellini y la elegancia de Marcello Mastroianni.

En definitiva, una película que hace vibrar a los espectadores aficionados al género, que sentirán como suyas la nostalgia, ilusiones y frustraciones del protagonista y que se verán envueltos en una apisonadora de exquisita y deslumbrante puesta escena.

martes, 26 de enero de 2010

Nadie es perfecto

Este blog pretende mostrar la capacidad crítica del autor con respecto al mundo del cine. A lo largo de las semanas se irán incluyendo comentarios e información sobre películas de actualidad, que intentarán profundizar y ampliar lo que el propio director ha querido transmitir con la obra. Además, se dará cabida a todas las opiniones que los lectores quieran exponer para así completar y abrir el debate en la multiplicidad de vertientes que se derivan del séptimo arte. Asimismo serán bienvenidas propuestas de películas que quieran ser sometidas al análisis.