miércoles, 10 de marzo de 2010

MOVIMIENTO CORRECTAMENTE ACELERADO

GREEN ZONE (2010)
Fecha de estreno: 12 de marzo

Con Green Zone regresa el tándem formado por Matt Damon y Paul Greengrass que hace unos años nos entretuvieron con la saga Bourne y que con esta nueva colaboración vuleven a utilizar los mismos métodos empleados en sus predecesoras: una película de acción pura y dura, con un actor en estado de gracia (no tanto por sus capacidades interpretativas como por sus acertadas elecciones) y con una puesta en escena que convierte la utilización de la cámara en mano en un estupendo mecanismo de realización para este tipo de propuestas, donde se intenta de dotar del mayor verismo a la historia. Todo ello con la pretrensión de repetir el éxito obtenido en taquilla sin menospreciar la calidad del producto. Eso sí, nos encontramos con una notable diferencia; esta vez en vez de presentarnos a un protagonista omnipotente que se asemejaba más a una máquina por sus cualidades sobrehumanas, será un hombre que obligado a imponerse como héroe, hará de su coraje e ideales el arma que le llevará a desenmascarar una conspiración que se enmarca en la guerra de Irak.

A pesar de inmiscuirse en un territorio tan de moda (la entrega de los Oscars habla por sí sola) como arriesgado al tratar un acontecimiento de rabiante actualidad, la película no se aleja en ningún momento de su objetivo comercial. Con una premisa reconocible, la búsqueda de las armas de destrucción masiva, que permite facilitar al espectador su incursión en la trama, se desentraña una red de intereses políticos y personales que el subteniente Roy Miller (Matt Damon) intentará desvelar, enfrentándose incluso a sus propios mandarios, para alertar a la ciudadanía de lo injusto de la contienda.

Green Zone funciona porque logra alcanzar un estupendo equilibrio entre la película de acción y el tratamiento del tema político, configurando así una obra entretenida, con un ritmo frenético y buenas interpretaciones, que además presenta un conflicto que todos conocemos y aunque no tenga un afán crítico permite que sus ideas calen con simpleza pero con contundencia. Lo único que puede resultar controvertido es su opción estética en la puesta en escena, que en definitiva ya forma parte de la señas de este director, pudiéndose argumentar que tanto movimiento de cámara más que acercarte al conflicto provoca mareos. Cuestión de gustos.

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