Los juegos del hambre   es la más reciente franquicia de Hollywood, la que pretende convertirse en el nuevo Crepúsculo, Harry Potter  o El Señor de los anillos.
 Basada en una serie de novelas, requisito indispensable para hacer unas
 cuantas partes que den beneficios, viene precedida por un descomunal 
éxito obtenido en EE.UU y acompañada por críticas entusiastas. Ese 
arrollador despliegue mediático habitual en una producción de esta 
índole no sería destacable si atendemos a lo que dicen de ella. La nueva
 saga se nos vende como una historia más madura alejada de los amoríos 
cursis de los relucientes vampiros, y con un argumento “transgresor” e 
inusual para este tipo de películas; en una futura sociedad totalitaria 
se organiza un concurso donde una serie de jóvenes se enfrentarán hasta 
que solo quede uno con vida. Llama la atención y resulta atrayente. 
Bueno, pues en atrayente se queda, Los juegos del hambre es un fraude y solo confirma lo bueno que son los americanos para engatusarte y llevarte al cine a ver lo que ellos quieran. 
No voy a ser gratuito con este último comentario, justificaré porque 
esta película no cumple. En primer lugar por el argumento. Con una 
premisa tan aterradora como la que antes indicaba, donde un grupo de 
adolescentes luchan despiadadamente hasta la muerte para ganar un 
concurso, no puedes pretender dirigirla (si bien es cierto, no tanto por
 la edad como por la obtención de la calificación) a chicos de 
aproximadamente 12 a 16 años y salir airoso del intento. En todo momento
 se ve mermada por la necesidad de ser un producto destinado a ese 
target, dejando de lado la posibilidad de realizar algo decente acorde a
 la historia que te están contando. Para que nos entendamos, es como aquel famoso vídeo del porno para todos los públicos,
 era divertido sí, pero no tenía nada de porno. Cuando se vislumbra algo
 un poco más comprometido, arriesgado o violento meten tijera sin 
preocuparse de la mutilación del resultado en aras de conseguir euros. 
Lo más curioso de todo es que Los Juegos del hambre
  trata temas bastante interesantes y muy acordes con nuestros tiempos. 
El culto fanático por el espectáculo o la lucha por sobrevivir en un 
entorno injusto movido por intereses políticos y económicos se 
encuentran entre ellos. Es una pena simplificarlos e infantilizarlos. A 
los adultos les desinteresa la propuesta y a los adolescentes les vendes
 una moto defectuosa. 
¿Por qué defectuosa? Aquí está otro de mis 
argumentos para arremeter contra la película que está intrínsecamente 
relacionado con lo anteriormente expuesto. Llega un punto en que los 
productores- ya no digo el director o guionistas- deben plantarse lo 
siguiente “como ya hemos determinado que este producto es para jóvenes, 
no es necesario tomarlos en serio. Démosle amor y un pelín de violencia y
 estarán contentos. Ellos se van lo van a tragar todo” Y no digo ni 
mucho menos que ellos se estén fijando en cómo está rodada la película. 
Pero tampoco es de recibo presentar un guión donde todo parece estar 
improvisado sobre la marcha. 
No tengo el gusto (o disgusto) de haber leído las novelas pero en su 
traslado a la gran pantalla todo suena así, que las leyes del juego me 
apetece cambiarlas a  la mitad, las cambio, que quiero volverlas a 
cambiar al servicio de una historia de amor pendiente para la siguiente 
película, las cambio otra vez, que quiero inventarme algo porque no sé 
de qué manera sacar a la protagonista del peligro, me invento unas 
abejas asesinas modificadas genéticamente que la ayudan a salir del 
atolladero (totalmente cierto) Y aquí paro, no me apetece introducir 
spoilers, pero garantizo que va a más. 
Sinceramente, Los Juegos del Hambre  no está tan lejos de Crepúsculo
  como algunos han pretendido hacernos ver. Todo está orquestado 
alrededor del marketing y tanto la dirección como el guión no importan y
 es palpable en su resultado. Y sí, Jennifer Lawrence está muy bien, 
pero mejor en Winter´s Bone   que es una buena película. 
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